lunes, 7 de marzo de 2011

Cuando por primera vez te vi

Me levanto muy temprano por la mañana. El reloj suena con aquella melodía que solía ser mi favorita, pero con el pasar del tiempo solo acaba con mis sueños. Hago mi mejor esfuerzo para caminar sin tropezar, para por fin detenerme bajo la ducha, y comienzo a preocuparme por todo aquello que se avecina. Me atormenta la idea de volver a enfrentarme ante aquel público hostil, que sin razón alguna se presenta ante mí desafiante, que pretende arrancar de mí hasta la última gota de mi seguridad. Puedo quedarme tendido en mi cama por horas, imaginando todo aquello que ocurrirá, pero el tiempo me ha enseñado que preocuparme no servirá de nada. Lo único que debo hacer es lo que ellos esperan de mí, pararme y dar mi mejor actuación. No los culpo por su indiferencia, no suelo expresar mis sentimientos, no tienen como imaginar cuanto los necesito. Espero con ansias que ya sea de noche, por lo menos tengo la posibilidad de soñar con un abrazo, un beso, y con aquella palabra de aliento que jamás llega. De que sirven tantas medallas si nadie espera tu regreso a casa. Llego a la puerta, respiro hondo, y me coloco el traje de profesor, el único de mis personajes que es bien recibido. Entro en aquella sala, y enfrento otro año con nuevos rostros, pero con una misma actitud. Saludo cordialmente, y comienza mi acto. No hay luces ni telón, solo un pizarrón, un borrador y un par de plumones que alguien olvidó. Miro por última vez a la audiencia, pero esta vez solo un rostro queda grabado en mi retina. Aquella niña, con ojos sonrientes, me regala una mirada que me conmueve, erizando mi piel como una buena novela. Me sonríe, y siento entre nosotros una complicidad, como si nos conociéramos de toda la vida. ¿De dónde saliste pequeño ángel con ojos claros? Su sola presencia me hizo tartamudear. Rápidamente escondo mi mirada tras la pizarra, tratando de que aquel incidente pase inadvertido. El resto de la clase rehúyo la mirada, temo aquellos ojos que me miran sin piedad. Guardo los libros, y la clase finaliza. Todos se retiran con la velocidad del primer día. Veo como se aleja, confundiéndose entre la multitud, y finalmente se desvanece aquella niña anónima que hoy se robó toda mi atención. Espero verte en clases la próxima semana.

3 comentarios:

Anat dijo...

Se que el cielo es para nosotros.

Javier Robledo dijo...

Nunca más podrás dormir :)

Arturo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.